ENSEÑANZA PRIMARIA:
La enseñanza primaria ocupaba a los niños desde los siete años hasta los once o doce.
Esta primera enseñanza podía recibirse en casa, con profesores
particulares, pero la mayoría de niños y niñas acudía a la escuela del litterator.
El niño acudía a la escuela muy temprano, acompañado del paedagogus, generalmente griego. La jornada solía ser de seis horas, con descanso a mediodía, y un día festivo cada nueve días -nundinae- . El curso comenzaba el mes de marzo, y había vacaciones estivales (desde julio hasta los idus -el 15- de octubre).
Las escuelas
eran locales muy humildes, donde había sillas o bancos sin respaldo
para los alumnos, que escribían con las tablillas apoyadas en las
rodillas.
En la escuela primaria se aprendía a leer, escribir y contar, bajo una férrea disciplina que castigaba con severidad cualquier falta.
ENSEÑANZA SECUNDARIA:
La enseñanza secundaria, impartida por el grammaticus,
acogía a niños y niñas desde los once o doce años hasta los dieciséis o
diecisiete. Se centraba en el estudio de la teoría gramatical, lectura
de autores clásicos griegos y latinos y comentario de los textos leídos.
A partir del comentario del texto se enseñaba a los niños geografía,
mitología, métrica, física, etc.
PROFESORES:
Para ello se seguían los pasos siguientes:
a) Lectio - lectura y recitación de memoria
b) Enarratio o explicación - interpretación de palabras, conocimientos de geografía, historia, mitología,...
c) Emendatio o corrección del texto
d) Iudicium - pronunciamiento sobre el valor del autor y su clasificación como escritor entre los más importantes de Grecia y Roma.
a) Lectio - lectura y recitación de memoria
b) Enarratio o explicación - interpretación de palabras, conocimientos de geografía, historia, mitología,...
c) Emendatio o corrección del texto
d) Iudicium - pronunciamiento sobre el valor del autor y su clasificación como escritor entre los más importantes de Grecia y Roma.
ENSEÑANZA SUPERIOR:
Finalizada la enseñanza del grammaticus, el joven que decide dedicarse a la oratoria y a la actividad pública pasa a la escuela del profesor de retórica (rhetor), generalmente griego.
Después
de una serie de ejercicios preparatorios, el alumno se ejercitaba en la
declamación, en la que se distinguían dos géneros:
1. Suasoriae,
discursos sobre temas históricos. Eran monólogos en los que personajes
famosos de la historia valoran el pro y el contra antes de tomar una
decisión.
2. Controversiae, discusiones entre dos escolares que defendían puntos de vista contrarios sobre temas judiciales muy variados.
Después
del siglo III, por influencia del cristianismo y como consecuencia de
la crisis económica que afecta al Imperio este sistema educativo va a
cambiar significativamente.
PROFESORES:
Asuma
ante todo un espíritu de padre con respecto a sus alumnos, y piense que
está en el lugar de aquellos que le han confiado a sus hijos. No tenga
él vicios, ni los tolere. No sea desagradable su actitud austera, no sea
excesiva su familiaridad; no vaya a ser que nazca de la una odio y de
la otra desprecio. Hable mucho de honestidad y bondad, pues cuantos más
avisos dé, menos castigará. No se deje llevar nunca por la ira, pero
tampoco deje pasar lo que debe
corregirse. Sea sencillo en su enseñanza, sufridor del trabajo, esté
siempre cercano, pero no en exceso. Responda gustoso a los que le
preguntan, a los que no le preguntan, pregúnteles de repente. En las
alabanzas de las exposiciones de sus alumnos no sea tacaño, pero tampoco exagerado,
porque lo uno provoca disgusto con respecto al trabajo, lo otro
autosuficiencia. Al corregir lo que debe, no sea duro, y mucho menos,
amenazador, pues a muchos les aleja del propósito de estudiar el que
algunos les repriman como si les odiasen. Diga alguna vez, es más,
muchas, y diariamente, constantes ejemplos sacados de la lección para su
imitación, sin embargo, según se dice, la viva voz alimenta mucho más
y, sobre todo, la del maestro al que sus discípulos, si están bien
educados, aman tanto vomo veneran. No se puede decir cuánto más
gustosamente imitamos a quienes apreciamos.
ALUMNADO:
Después
de hablar bastante de los deberes de los maestros, a los discípulos,
entretanto, sólo les recomiendo esto: que amen a sus maestros no menos
que a los mismos estudios, y crean que son sus padres, no físicamente
hablando, sino en el plano intelectual. Este deber hacia el maestro
ayudará mucho al estudio, pues los escucharán mejor y creerán en sus
palabras, y desearán vivamente parecerse a ellos. Finalmente vendrán
contentos y entusiasmados a las reuniones de las escuelas, no se
enfadarán cuando se les corrija, se alegrarán cuando se les alabe, y se dedicarán al estudio para ser los más queridos. Pues así como el deber de aquéllos es enseñar, el deber de éstos es mostrarse dóciles. De lo contrario, una cosa no sirve sin la otra. Y así como el hombre nace de la unión de uno y otro progenitor, y en vano se esparce la semilla si no la calienta el surco bien mullido,
de la misma manera, la elocuencia no puede desarrollarse si no existe
la concordia asociada del que transmite y del que recibe.
LA ESENCIA DE LA EDUCACIÓN ANTIGUA EN ROMA:
La
Roma antigua tomó elementos de la vida oriental y griega, creando un
sistema educativo reconocido por la Historia y que influyó en el mundo
occidental.
Uno
de los días más importantes del año escolar romano era el 19 de marzo,
cuando se celebraban festivales y procesiones en honor a Minerva, la
patrona del aprendizaje y las artes. Los cinco días posteriores eran
festivos y no se trabajaba, y también se aprovechaban para que los
padres matricularan a los jóvenes en las escuelas. Unas escuelas que
comenzaban su temporada el 24 de marzo.